Voy al espejo y mientras miro sobre mi hombro tan sólo logro sonreir y sentir como todo se desvanece poco a poco.

Una tradición de mantener algo constantemente presente, que de pronto se transforma en una quizás, conmemoración de algo que una vez hace tanto tiempo sucedió. Porque ciertamente, ha pasado demasiado tiempo no crees?

Voy, vengo, me siento corro, me rio o inhalo y las respuestas luego de variar un poco, resultan unánimes: sabes que ya quedo atrás, y te acostumbras a aceptarlo.
Es tan simple como el fumador que no extraña el cigarro sino la sensación que éste le proporcionaba... Lo amé pero también me acostumbré a amarlo.

Y ahora que tengo más bases para ajustar la fatiga y el agotamiento, es cuando logro sonreir detrás de ese reflejo que tan sólo atrae las ganas de sentarse y recordar un rato, por lo bueno que obtuve y lo grande que soy por eso.

Regreso al espejo y vuelvo a enfocarme, sobre el hombro se ve una marca que solía atormentar, y aún cuando me dice que debo sincerarme, siento que más que eso, necesitaba quererlo... Lo quiero y sé que ahora será mucho más fácil. Nada, ni tu ni el ni ellos podrán quitarme eso: Mis ganas de alejarme.

Será mi tradición eterna, la cual celebraremos por todo lo alto desviando nuestros camino hacia el espejo tan sólo por unos minutos, antes de seguir disfrutando nuestras nuevas vidas.